2018/11/18

Medicina Mínimamente Disruptiva - y la revolución de los pacientes, según el Dr Víctor Montori

En algún momento de la vida, nuestra salud empieza a recorrer caminos poceados y puede convertirse en una montaña rusa. Luego de los 60 años, la mayoría de las personas tienen algún tipo de enfermedad crónica, especialmente hipertensión arterial, insuficiencia cardiaca, diabetes, problemas articulares, enfermedad pulmonar, falla renal, alguna deficiencia nutricional (o exceso en el caso de los obesos), todo esto sin contar con el riesgo de desarrollar una enfermedad maligna, para la cual estar entrado en años es el riesgo mayor. En nuestras sociedades industrial, post-industrial y la presente de la información, todos estamos en rumbo de colisión con el sistema de salud, ya sea ver a un médico en el consultorio, concurriendo a las emergencias, pasando días en una cama de un hospital, hacernos estudios, recibiendo apoyo en nuestra casa y por supuesto, tragando pastilla tras pastilla rumbo a nuestro futuro, con la intención de mantener controlados nuestros padecimientos.

Todo esto tiene tremendas consecuencias en todas las áreas de la existencia humana. Es altamente demandante de tiempo, de energía, de dinero, de nuestras familias y cuidadores y sobre la economía nacional y global, donde el gasto en salud ronda entre 10 y 20% del produto nacional bruto, tratando de alcanzar a las demandas crecientes. Un esfuerzo bien intencionado de los sistemas de salud y de las sociedades científicas es diseñar guías clínicas eficientes, costo-efectivas y basadas en la evidencia disponible, para eliminar la variación excesiva en los estudios y tratamientos y controlar así los gastos en salud que se están disparando. Los médicos, los sistemas de salud y los pacientes, están actualmente acosados por estas guías clínicas que en alguna medida responden a bases científicas, al 'lobby' de las industrias del diagnóstico y farmacéutica (con riesgo de conflictos de intereses de quienes redactan las guías) y al discurso políticamente correcto de los ministerios de salud, que no dejan de usar la palabra 'protocolos' cuando son entrevistados por los periodistas. Para los médicos, este discurso también existe, ya que es importante demostrar que se está al tanto de la última versión de las guías de su especialidad.

El problema es que las guías son específicas para cada enfermedad. Por ejemplo, las más recientes guías para la hipertensión arterial de USA y Europa, que difieren en algunos detalles, son aplicables sólo en un 'vacío', donde las demás enfermedades que padecen los mayores son ignoradas o relegadas al juicio clínico del médico, si las guías entran en conflicto con la realidad del paciente. En algunos países y sistemas de salud, los médicos son premiados económicamente, por aplicar las guías a cada pacíente, aunque esto represente usar dos, tres o más de ellas para cubrir todas sus enfermedades. De no hacerlo, los médicos corren riesgo de ser penalizados con descuentos en su ingreso. Debido a ello, no sorprende que los pacientes con más de una enfermedad crónica requieran múltiples controles, consultas de seguimiento y medicamentos, además de ser considerados 'incumplidores' si, en forma parcial o completa, no se doblegaron a los dogmas de las guías aplicadas a su caso.

El concepto de Medicina Mínimamente Disruptiva fue creado por el Dr Víctor Montori, un médico peruano, especializado en diabetología, quien actualmente es docente y atiende en la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota, USA. La diabetes está en el entrecruzamiento de las enfermedades metabólicas, endocrinas, cardiovasculares y renales, para mencionar las más comunes. Su experiencia de décadas le ha enseñado que los pacientes viven sus vidas en forma totalmente disruptiva por lo que denomina medicina industrial, con médicos que están más presionados para cumplir con el sistema, por encima de contactar con lo que más valoran sus pacientes. Las razones de esto son múltiples: presupuestos reducidos ('si no hay plata, no hay misión'), la necesidad de ver a cada vez más pacientes en tiempos acotados (se valora la productividad más que la conexión), sin contar los sistemas de premio y castigo por no responder a las presiones. El Dr Montori concluye: "Los pacientes son tratados, según las guias diseñadas para pacientes como éste, en vez de serlo como este paciente."

Leí recientemente el libro del Dr Montori Por qué nos rebelamos (Why We Revolt: Amazon, Kindle, 2017, en inglés), donde en forma muy aguda muestra lo que su experiencia le ha enseñado. El clama por una revolución de los pacientes, donde los médicos, enfermeros y demás profesionales de la salud pueden atender en un modo intemporal, conectándose en forma más profunda, sin las limitaciones de las restricciones y presiones de la salud brindada en modo industrial. La atención y los cuidados no deben ser disruptivos de las vidas de los pacientes. La evidencia debe ser compartida, discutida, aplicada y adaptada, dentro de los límites éticos, a la realidad de los pacientes, quienes deben guiar a los profesionales hacia lo que más les importa y tiene sentido para ellos. Las guías diseñadas científicamente, merecen una mejor encarnación en la vida de los pacientes y sólo una profunda e intemporal relación puede hacerlo posible. Los pacientes deben guiar y ser seguidos por quienes los atienden, los cuidan y especialmente por los líderes de las organizaciones de la salud que tengan la voluntad de transformar la realidad disruptiva actual.

Al la mediana o a la larga, todos vamos ser pacientes crónicos algún día, si vivimos lo suficiente.

Dr Jorge C Stanham

2018/11/17

¿Cómo funciona la TeleMedicina?

Quienes me siguen por LinkedIn y en este blog ya me conocen como fuertemente partidario de la TeleMedicina. De hecho, durante más de 20 años, la he ejercido con las herramientas de la informática e Internet, en forma de e-mail, mensajería de la historia clínica electrónica, SMS, WhatsApp y (para mi desesperación) por mensajería de Facebook. Además, al menos por ahora: ¡es gratis!

Los servicios de salud son reconocidos por ser lentos en incorporar los cambios en la forma como nos comunicamos y conectamos los humanos, especialmente cuando tiene que ver con el rol del médico como prestador del servicio. Para cuando los médicos hemos adoptado los cambios, éstos ya son naturales en la administración, los servicios contables, el marketing y aún en algunos servicios diagnósticos. Frecuentemente traigo a colación al personaje mitológico griego Procrustes, quien tenía una posada para viajeros y visitantes, pero disponía de un único modelo de cama, de una longitud fija. Para quenes eran más cortos que la cama, los estiraba hasta que igualaban su longitud y para los que eran más largos, les cortaba lo que sobresalía. La medicina tal cual es ejercida, es modelada en gran medida como la cama de Procrustes: dependemos exclusivamente en la consulta presencial cara a cara, lo que significa que debemos ubicar al médico y al paciente en esa singularidad de espacio-tiempo que llamamos consulta, nunca remota y siempre al mismo tiempo. La consecuencia es que atendemos análogamente a un modelo industrial de línea de montaje, lo cual es causa de listas de espera, visitas innecesarias a los servicios de emergencia, llegando a perderse tiempo precioso. Este modelo de una sola herramienta es la consecuencia de arrastar lo que era posible en la mitad del siglo XX y forzar esta realidad encima de los modelos multimodales de relacionamiento entre personas y profesionales del siglo XXI. Hace años, un experto en mejoría continua de calidad dijo: "Todos los sistemas están diseñados para producir los resultados que obtienen." Otros citan a la trampa de la insanía de Einstein: no puede resolverse un problema usando los mismos procesos que nos llevaron a él.

Volvamos a la TeleMedicina. La parte 'tele' es la definición clave: el servicio es prestado desde una ubicación diferente, es decir, el paciente y el médico no están geográficamente en el mismo lugar. Con este primer concepto aclarado, ingresamos el segundo: el servicio puede ser prestado en forma simultánea (sincrónica) o diferida (asincrónica). Recordemos la clásica llamada telefónica al o por el médico: sería 'tele' (a distancia) y 'sincrónica' (al mismo tiempo). Expandamos esta realidad a Skype, agregando imagen de video y ya se parece más al presente ¿no? Pensemos en el e-mail: es 'tele' y 'asincrónico'. En la interfase de ambas formas  estaría el 'chateo' ('tele' y 'cuasi-sincrónico'), como sucede son el SMS y WhatsApp. (Por qué esto no está sucediendo en forma generalizada será explicado luego.) Para comenzar, digamos que hay tres tipos de TeleMedicina:

  1. Sincrónica. Del mismo modo que en la clásica llamada telefónica, el paciente y el médico interactúan a través de Internet, habitualmente viéndose mutuamente (como en Skype). Recientemente, he conocido que varios psiquiatras y psicoterapeutas hacen el seguimiento de sus pacientes usando tecnología de audio-video sincrónica, con buenos resultados y un alto nivel de satisfacción. Este tipo de TeleMedicina es muy adaptable para la prestación de servicios de salud mental, quizá porque depende menos de un examen físico o bien que este examen ha sido ya realizado por otro profesional y no es relevante para el problema que se está atendiendo.
  2. Archivar y enviar (Store and forward). Esta modalidad, por definición, es asincrónica. Los e-mails serían típicos de esta forma de interactuar: la información es registrada, archivada y luego enviada al médico, quien responderá y dará recomendaciones o pedirá más información. Los pacientes pueden recibir sus resultados de laboratorio en la app de su celular, que luego reenviarán  a su médico. Las interconsultas, segundas opiniones, el envío de imágenes y resultados de laboratorio a sitios remotos incluso al otro lado del planeta, es otro ejemplo de 'archivar y enviar'. En Norteamérica y Europa, se envían imágenes diagnósticas para ser interpretados por radiólogos altamente especializados en la India, acortando los tiempos de devolución al aprovechar la diferencia horaria.
  3. Monitoreo remoto. Tanto los países más como los menos desarrollados, deben hacer frente a prestar servicios a localidades remotas, a personas cada vez más añosas y limitadas a su residencia, que padecen enfermedades crónicas no trasmisibles, cada vez más prevalentes. El modelo procrusteano es insuficiente e incapaz de dar respuesta a estas demandas. El autocuidado y el automonitoreo mediante dispositivos 'usables' o aparatos de registro confiables, produce información que puede ser manejada remotamente (tele) en forma asincrónica o sincrónica, e incluso por otros profesionales de salud entrenados, no necesariamente por médicos. Incluso las personas más jóvenes 'sanas pero preocupadas' se sentirán más seguras usando estos vínculos con sus profesionales de salud.
Entonces ¿por qué la Telemedicina no es aún una realidad generalizada? Algunos señalan a los médicos como el cuello de botella, ya que nosotros (los médicos) estamos ya sobrecargados de trabajos y tareas y con nuestras mentes y manos repletas por el modelo procrusteano. Por otro lado, no es habitual que se pague por los servicios de TeleMedicina, entonces ¿por qué brindarlo y tener que trabajar más rato? - aún siendo potencialmente beneficioso para muchos pacientes. Algunos, con razón, citan motivos de confidencialidad y cyberseguridad, además del vacío legal y la responsabilidad profesional, sin contar la forma de cómo documentar estas interacciones en la historia electrónica del paciente. Aunque muchos señalan que no es posible realizar un examen físico por medio de Internet, esto puede algún día cambiar. De hecho, las consultas de seguimiento, las repeticiones de medicación prescrita y los exámenes de control pueden ser realizadas en forma segura, evitando forzar que los pacientes deban agendarse, esperar y desplazarse para tener una consulta presencial para cada problema.

En suma: La TeleMedicina no sólo ahorra tiempo, evita traslados y puede ser tan confiable como la tradicional consulta presencial, sino que puede ser aún mejor, cuando se usa con flexibilidad y encima - o incluso en vez de - lo que estamos haciendo ahora. Tenemos que empezar a pensar fuera de nuestros esquemas, como lo señalaban el experto en mejora continua de calidad y Einstein.

Dr Jorge C Stanham