Hace 1 semana leí el libro del Prof Dr Humberto Correa: Humanismo Médico (Montevideo: Fin de Siglo, 2016) en el que hay varios capítulos
centrados tanto en el Humanismo como en el Profesionalismo. El autor claramente
distingue entre ambos conceptos y los pone en una diferente escala de
valoración. Describe la historia del Humanismo, al tiempo que la contrasta con
la del Profesionalismo, donde ambas reconocen orígenes y evolución diferentes.
Sin embargo, ambas dimensiones son parte de la persona, de la vida y de la
acción del médico y me propongo un modelo integrador, pero no necesariamente
unificador, que permita comprender mejor, las relaciones entre ellas.
El Profesionalismo,
como lo señala el autor del libro, se refiere a un conjunto de reglas, que
surgen de la interacción de la persona médico, del colectivo de médicos, de
quienes recurren a sus servicios y de la sociedad en la cual ejercen su
profesión. Por eso, quien opta por ser médico, tiene reglas que regulan su comportamiento
personal, su relación con los otros médicos, con los pacientes, con las
organizaciones dentro de las cuales trabaja (o si lo hace en forma
independiente) y con la sociedad, quedando plasmadas estas reglas, que pueden
ser escritas o no escritas pero validadas implícitamente o por analogía: leyes,
códigos de ética y de colegiación, emanadas de sociedades científicas de las
diferentes especialidades y por último, por organizaciones internacionales como
la Asociación Médica Mundial y la Organización Mundial de la Salud. Podríamos
decir, que el Profesionalismo tiende a uniformizar frente a diversificar, a
marcar límites entre lo que se es y puede hacerse, frente a lo que no se es y
no debe hacerse. Para ponerlo en términos técnicos, constituye un 'standard',
un conjunto de normas, que define a quienes pueden presentarse ante sí mismos,
ante colegas, ante los pacientes y ante la sociedad organizada, como médicos.
En la elaboración de estas normas, existen intereses de varios tipos: desde
aquéllos que aseguran la calidad de su formación profesional, como los que
restringen lo que es considerado actividad exclusiva del profesional, de la
especialidad que eligió y por lo tanto, adquiere el status de un monopolio
reconocido por la sociedad en la cual ejerce como médico.
Para resumirlo en un
ejemplo, el Profesionalismo es el envase, que permite a la sociedad reconocer,
por su forma, color, etiqueta y similitud con otros envases, los que son
iguales y diferenciarlos de los que son diferentes. Es quizá un concepto
reduccionista, pero vale para lo que diré sobre Humanismo.
El Humanismo, en
cambio, no es propio del ni restringible al ser médico. El Humanismo tiene que
ver con la persona, médico o no, sus valores y cómo se relaciona con los
cuestionamientos que le plantea la vida. En otras palabras, el Humanismo tiene
que ver con cómo cada uno enfrenta su propia existencia. El Humanismo es
diferente del Profesionalismo. Ni lo abarca, ni se superpone, aunque la
conducta profesional sí puede ser dependiente del Humanismo. El Humanismo es la
respuesta de las personas a las preguntas más profundas de la vida, que existen
a ambos lados de la relación médico-paciente. Tiene que ver con la inevitable
realidad de la muerte, con el sufrimiento y la enfermedad, con las culpas y con
el sentido que le damos a estas dimensiones que son la sustancia de la vida de
los humanos. El Humanismo, por lo tanto, es lo que permite dar vida propia por
un lado al Profesionalismo, que más arriba describí como un envase - una imagen
inerte - y por otro lado a los cuestionamientos del paciente ante la incertidumbre
respecto de sus riesgos sobre su salud, su enfermedad, sus padecimientos y su
finitud.
El envase del
Profesionalismo debe ser llenado con el contenido del Humanismo. Sin el
Humanismo, no es viable la empatía ni la compasión. También corre riesgo, como
el contenido de todo envase, de deteriorarse con el tiempo o bien irse
vaciando, al descuidar la necesidad que tiene el médico de mantener su envase
lleno con un producto cultivado y renovado. Lamentablemente, en los años
recientes, estamos viviendo una crisis
de Humanismo, reflejada en el burnout profesional (agotamiento, cinismo y falta
de realización) y la preocupante incidencia del suicidio entre los médicos. El
Humanismo tiene el potencial de mantener lleno el envase del Profesionalismo,
lo que permite que el médico ejerza su actividad, involucrándose con sentido,
alegría, empatía y compasión. El Profesionalismo aislado, es vacío, con riesgo
de ser egoísta (personal y corporativamente) y potencialmente dañino para la
relación médico-paciente.
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